El dolor del parto se caracteriza por ser un dolor agudo con un inicio y final perfectamente definidos; frecuentemente, es un dolor severo pero que, presenta una gran variabilidad individual.
Datos extraídos de diversos estudios nos indican que el 60% de las primípara y el 36% de las multíparas han experimentado durante el parto dolores severos o muy severos.
Este dolor requiere ser contrarrestado con unas técnicas analgésicas y anestésicas determinadas.
La administración de analgésicos locales u opiáceos permiten que la madre se mantenga despierta y puedad ofrecer colaboración durante el parto. Sus efectos adversos más comunes son hipotensión y cefalea.
Los anestésicos locales (ropivacaína, lidocaína...) presentan un tiempo de latencia corto, duración de acción prolongada, capacidad discriminativa de bloqueo según la concentración empleada, baja toxicidad materno-fetal...
Los anestésicos opiáceos (fentanilo, morfina...) por vía espinal presentan una capacidad de acción inversamente proporcional a su liposolubilidad, al contrario que por una vía sistémica. Presentan riesgo de depresión respiratoria por lo que se debe vigilar a la paciente cada 2 horas después de la administración de estos analgésicos. Otros efectos secundarios que se pueden presentar son: prurito, naúseas y vómitos. Su acción en solitario solamente se consideran de utilidad durante el primer estadio del parto, cuando se precisa de un mínimo bloqueo motor.
Dentro de la metología anestésica, las técnicas epidurales son la principal elección y, especialmente, dentro de éstas, el bloqueo epidural lumbar que consiste en la eliminación de la parte sensitiva de las raíces nerviosas que transmiten el dolor durante el parto.
La técnica combinada espinal-epidural para la analgesia está aumentando su aplicación, ofrece muchas ventajas a la gestante. Ocasiona un mínimo bloqueo motor y es especialmente útil en la analgesia ambulatoria del trabajo de parto.
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