Las enfermedades renales son relativamente comunes en los primeros años de vida. La mayoría de las patologías que afectan al sistema encargado de eliminar las sustancias de desecho al exterior del organismo, se debe a malformaciones congénitas en el órgano funcional o en las vías urinarias; en menor proporción participa la herencia.
A día de hoy, muchas de ellas logran ser diagnosticadas intrauterinamente.
Según el Registro Español Pediátrico de Insuficiencia Renal Terminal son sesenta los casos que cada año se suelen diagnosticar en niños y adolescentes.
La diálisis, es una terapia de reemplazo artificial que sustituye la función renal, al extraer las toxinas que el riñón es incapaz de eliminar. Se conocen dos tipos principales de diálisis: la hemodiálisis y la diálisis peritoneal.
El trasplante es una cirugía que dura aproximadamente tres horas y en las que se coloca el riñón de un donante sano, en el paciente.
En los niños, casi la totalidad de los trasplantes de riñón, proceden de los progenitores. Concretamente en más de la mitad de estos procedimientos, el donante es la madre.
En general, no se somete a los pequeños a esta opción de tratamiento hasta que cumplan los dos años de edad, debido a que las probabilidades de rechazo son elevadas debido a la inmadurez del desarrollo del organismo del pequeño.
Aunque, como siempre en la vida existen excepciones, a continuación os dejamos el enlace de una sorprendente noticia:
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