domingo, 6 de noviembre de 2011

Infección alimentaria: listeriosis


Debes de tener cuidado con ciertos alimentos, especialmente con aquellos crudos porque existen bacterias que son capaces de proliferar con facilidad en los alimentos que no han sido sometidos a procesos de cocción. Algunas de estas bacterias pueden ocasionarte una enfermedad que puede poner en riesgo el bienestar de tu bebé y tu salud, llamada listeriosis.




La listerosis es una infección producida por la bacteria Listeria Monocytogenes. Es una enfermedad transmitida
por vía alimentaria.

En los seres humanos, esta patología es de reciente estudio, la mayoría de la población tiene un riesgo muy bajo de contraerla. Sin embargo, diferenciamos grupos de riesgo, entre los que se encuentran las mujeres en periodo de gestación y sus recién nacidos.

Los síntomas de esta infección son similares a los de la gripe (escalofríos, fiebre, cefaleas…), además de diarrea, vómitos, dolores de estómago…

Debido a que las alteraciones hormonales que tienen lugar durante la gestación que disminuyen las capacidades de defensa del sistema inmunológico materno, la madre presenta una mayor susceotibilidad a padecer listeriosis.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, las mujeres en periodo de gestación presentan una probabilidad hasta veinte veces mayor que otros adultos sanos de contraer listeriosis. De hecho, aproximadamente uno de cada tres casos de listeriosis se corresponden con mujeres embarazadas.

La listerosis puede ser transmitida al feto a través de la placenta, incluso antes de que a la madre se le haya hecho el diagnóstico. Sus efectos sobre el estado de gestación son: 
  • parto prematuro. 
  • aborto. 
  • parto de feto muerto. 
  • graves secuelas neurológicas para el bebé…


Las gestantes pueden ver considerablemente reducida su exposición a padecer listeriosis siguiendo unas sencillas medidas higiénicas y normas dietéticas ya que hay una serie de alimentos potencialmente peligrosos que deben de conocer y evitar.

  • No consumir productos que hayan perecido.
  • Limpiar con frecuencia el frigorífico.
  • Asegurarnos que la temperatura del frigorífico se encuentre en niveles inferiores a 0ºC.
  • Realizar una adecuada higiene de manos (agua caliente y jabón) antes y después de manipular cualquier alimento fresco.
  • Lavar meticulosamente las frutas, vegetales, hortalizas… así como todos los utensilios que empleemos en su preparación (tablas de cortar, cuchillos, vajilla…).
  • Someter todos los alimentos que vayamos a consumir a una temperatura de cocción alta, especialmente las carnes, pescados y los mariscos. También si los vamos a recalentar.
  • Evitar:
    • Pescados y mariscos ahumados y crudos: salmón, trucha, bacalao, atún, caballa…
    • Salchichas.
    • Patés.
    • Fiambre, embutidos…
    • Leche sin procesos de pasteurización.
    • Quesos blandos como Feta, Brie, Camembert; quesos enmohecidos; quesos con vetas azules como el Roquefort o el Cabrales; quesos para untar; quesos cremosos; requesón…

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